Dirigida por Jordan Vogt-Roberts, nos llegaba en marzo del presente año el último remake del colosal simio King Kong. Una nueva versión que nos ofrece una perspectiva algo diferente, quienes lo pasan realmente mal son los humanos, quienes se encuentran en territorio desconocido son los humanos y quienes serán sometidos, atacados, perseguidos y amenazados serán los humanos, aunque hay algo que nunca cambia, Kong... sigue siendo el Rey.
Unos científicos estadounidenses consiguen el apoyo del gobierno americano para emprender una misión de exploración a una remota isla del Pacífico Sur. Son los años 70, plena guerra fría, donde el conocimiento no sólo es poder sino además una valiosa arma y un recurso importantísimo cuando las balas no mandan, por ello, el ejecutivo americano autoriza la expedición, enviando al teniente coronel Packard (Samuel L. Jackson) y a sus chicos junto a los científicos a fin de garantizar la seguridad de los mismos, lo que encontrarán allí superará cualquier posible previsión.
Una paradisíaca isla en apariencia que realmente esconde un infierno en su interior. Nada más entrar en sus límites, los helicópteros en los que viajan son atacados por un descomunal mono con una fuerza acorde a su envergadura, enorme. Los que logran sobrevivir a tal recibimiento deberán ingeniárselas para no ser aniquilados, bien por semejante simio bien por otras gigantescas y aterradoras criaturas que habitan la isla. Afortunada e inesperadamente, la mermada expedición se topará con un superviviente de los años 30, un americano que cayó con su avioneta cuando próximo a la que él denomina Isla Calavera, combatía en la Segunda Guerra Mundial. Marlow (John C. Reilly) que así se llama el pintoresco personaje les ayudará a la que desde siempre ha sido también su misión imposible: salir de allí.
Gran película, con una fotografía absolutamente impresionante, grandiosas tomas panorámicas que junto a lo espectacular del paisaje consigue el deleite del espectador, sin descuidar la acción, muy viva, con un dramatismo bélico que nos lleva a pensar que no estamos ante una película más de King Kong, para nada. El mono es la excusa pero no el condicionante.
Esperando desde ya la secuela.
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