Película de 2015 dirigida por Guy Ritchie en la que el título es lo de menos, tanto es así que su significado se revela en los créditos finales, no aportando nada al film. Quizás hubiese sido más apropiado llamarla "Operación Dolce&Gabbana", le iba más al pelo.
Gaby (A. Vikander), Illya (A. Hammer) y Napoleón Solo (H. Cavill) |
Dos agentes secretos, uno de la CIA y otro de la KGB, enemigos acerrimos que se ven obligados a trabajar juntos para desmantelar una organización criminal que amenaza al mundo al disponer de una bomba nuclear debastadora, fruto de la mente privilegiada de un científico, padre de una aparente chica modesta de la Alemania Occidental, mecánico de coches y que se ve metida en la operación casi sin comerlo y sin beberlo.
Napoleón Solo (Henry Cavill) de la CIA tendrá que hacerse pasar por un hombre amante del arte y de todo objeto de valor digno de culto, mientras que el ruso Illya Kuryakin (Armie Hammer) será un prometedor arquitecto que además es el prometido de Gaby Teller (Alicia Vikander), la mecánico hija del científico. Los tres se embarcarán en una misión altamente sofisticada y peligrosa, en la que no faltará tensión entre los personajes, por la fidelidad que profesan a sus patrias respectivas, y algo de amor, leve, simpático, indeciso, inocente e incluso cómico.
Gaby Teller (Alicia Vikander) |
Guy Ritchie logra una ambientación sublime, cuidando cada detalle, con una fotografía de alabar. Su película no es sólo una peli de acción con tintes "jamesbondianos", es un homenaje a la elegancia, es un culto al buen gusto, al buen vestir, a los buenos modales, a la belleza con una Alicia Vikander superlativamente atractiva. Ritchie nos traslada al glamour de los años 60, nos presenta una relación "imposible" entre americanos y rusos en plena guerra fría con el nexo de unión de un objetivo compartido, y funciona.
La trama no se pierde en la cuidada ornamentación del film, sino que sigue su camino sin perder intensidad, sin caer en los tópicos del género, sin perder ritmo. Con buenas dosis de acción, de frescura en su exposición, de glamour vintage, Ritchie convence.
Admirable ese punto cómico que marca toda la película con soberbia elegancia.
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