Impresionante película islandesa de 2015, dirigida por Dagur Kári, en la que nos cuenta con un hiperrealismo casi desgarrador la historia de Fúsi (Gunnar Jónsson), de como lo trató la vida, de como conoció a Sjönf (Ilmur Kristjánsdóttir) y de como de cruel puede llegar a ser el destino con quienes se dan a los demás en un despliegue de bondad franca e inocente, sin pretextos, sin rencores, sin condiciones.
Fúsi (Gunnar Jónsson) llamando a la radio local desde su coche |
Fúsi es un chico de más de cuarenta años, que vive con su madre y que juega a la guerra con su maqueta y sus figuras de la Segunda Guerra Mundial. Fúsi es algo retraido, callado, poco dado a relacionarse abiertamente con los demás, quizás porque nunca nadie lo trató bien, simplemente porque es más fácil burlarse de él que intentar conocerlo. Cada día va a trabajar al aeropuerto, en el departamento de equipaje, cada viernes cena en el mismo restaurante asiático cerrando la noche pidiendo una canción al locutor de la radio local. Su vida es rutinaria, tremendamente simple pero perfectamente organizada; ya creó su mundo, su día a día y estando carente de felicidad alguna al menos es menos malo que despertar cada mañana teniendo que afrontar un día vacío, sin actividades, sin ocupar la mente y alejarla de caer en la realidad de los años que va cumpliendo y la marginalidad a la que se ve sometido por la sociedad.
Por su 43 cumpleaños le regalan un vale para acudir a clases de baile, por supuesto no piensa ir pero, convencido y obligado por su madre, finalmente accede. Allí conoce a Sjönf, una mujer aparentemente sociable, que se acerca a él entablando pronta amistad, Fúsi con enorme timidez va dejando que el acercamiento fluya y se abre a conocerla, descubriendo que Sjönf es en realidad una mujer con un trauma psicológico importante, que sucumbe con debilidad manifiesta a la depresión que padece. Fúsi lejos de apartarse, lo deja todo por acompañar a su nueva amiga, de la que se va encariñando cada vez más, ayudándola a salir de la depresión, ella lo rechaza y lo acoge con intermitencia pero Fúsi siempre se muestra fiel, la sustituye en el trabajo mientras se recupera, le prepara el desayuno, le cuida al gato,... le consigue cada sueño que ella siempre anheló y todo por hacerla feliz, algo que posiblemente él nunca fue, nunca hasta que la conoció.
Fúsi aprendiendo a bailar country junto a Sjönf (Ilmur Kristjánsdóttir) |
Una historia de amor con un final que al menos uno de ellos no merece, por muy acostumbrado que esté a que la felicidad le sea esquiva; la generosidad de una persona no merece la injusticia de un destino maquiavélico ni de una sociedad intoxicada e intolerante pero sin embargo esa es la realidad de cientos de miles. Duele el final que Kári le da a la película pues la esperanza de que todo termine bien no se pierde aunque seamos concientes de que estamos presenciando un metraje tan real y tan devastador como la vida misma, algunos afortunados no lo llegarán a entender.
Si Gunnar Jónsson fuese norteamericano o esta cinta se hubiese rodado en Hollywood, ya tendría un oscar en su casa tras su magnífica interpretación de Fúsi. La maestría de Jónsson es bestial, no es que su personaje sea creíble es que es real, existe, está vivo; se me acabarían los calificativos para describir el trabajo de Gunnar Jónsson y su Fúsi seguiría brillando por encima de cualquier halago.
Una película hecha en Islandia a priori no atrae pero si te gusta el cine nada te condiciona ni te frena a la hora de ver una película, gracias a ello he descubierto esta magnífica obra que recomiendo encarecidamente a todo el mundo.
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