Vaya la advertencia por delante: si padeces claustrofobia o te agobian los espacios cerrados evita esta película. Que no se me enfade Alfredo Montero (si es que leyera mi crítica), su película está genialmente dirigida, con absoluto realismo, de hecho sé que fue rodada en una cueva real, nada de decorados ni de montajes, lo cual le suma méritos pero, humanamente miro por las personas que sufren dicha fobia. Yo mismo sentí el agobio que trasmite la película como si en tales angostas estrecheces me encontrase, una cueva laberíntica, desesperante.
Sobra decir ya que la película de Alfredo Montero roza el realismo extremo. Grabada a cámara en mano, en lo que se viene a denominar "falso documental", plasma con crudeza las vivencias de cinco jóvenes que viajan a Formentera en busca de paz, relax y en todo caso de unas vacaciones que les sirva de punto de partida hacia un nuevo comienzo en sus vidas. Entre el aislado paraje donde se encuentran descubren la entrada a una cueva y deciden adentrarse en ella; los sinuosos caminos de la misma, así como el tener que arrastrarse para poder avanzar por ella, no les frena. Pronto todo se irá complicando y aflorará el instinto más básico: la supervivencia.
Si bien la trama adquiere de repente velocidad de crucero, la angustia
es lo sucientemente grande para no pensar en ello, ni siquiera cuando
vemos como los personajes pasan a la acción, en su concepción más
radical, cuando apenas llevan horas sin ver la luz del sol. Su temor es
grande y su aguante demasiado pequeño.
La cueva supone un brillante aporte al género de terror, que sigue la línea de Rec y que contribuye a demostrar que aún se puede innovar en esto de las "pelis de miedo". Alfredo Montero nos lleva a experimentar, en apenas algo más de una hora, la angustia más asfixiante y enloquecedora que nos hará desear que aparezcan en pantalla los créditos finales para así tomar aire y respirar.
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