miércoles, 20 de julio de 2016

La bruja

Película debut del director Robert Eggers. Cuenta la historia de un matrimonio y sus cinco hijos, allá por el siglo XVII, pertenecientes a una comunidad cristiana profundamente creyente, rozando el fanatismo, de la que son expulsados por lo que se ven obligados a marcharse del lugar, su nuevo destino será un terreno colindante con un bosque siniestro y perturbador.

Thomasin  ( Anya Taylor-Joy)

Spoiler / Destripe
La familia se instala con comedida ilusión en su nuevo hogar pero pronto serán victimas de una gran desdicha, su retoño de apenas unos meses desaparece cuando está en manos de la hija mayor que lo pierde de vista tan sólo unos segundos; los lobos del bosque se llevan la culpa de tan dolorosa pérdida aunque es una teoría que realmente no les convence pero les sirve, la otra opción es pensar que el secuestro de su hijo ha sido obra de una malvada bruja que habita entre las sombras del lúgubre paraje, de ser así sería un castigo de dios y la familia es suficientemente creyente y practicante como para que eso ocurra.

La maldición que parece cernirse sobre ellos se extiende a la cosecha que repetidamente resulta infructuosa, o al ganado mermado e improductivo. Hasta que entre los propios miembros empiezan a acusarse de ser los culpables, los gemelos culpan a Thomasin (Anya Taylor-Joy), su hermana mayor, de ser una bruja, los padres creen esta versión aunque ella les repite una y otra vez que no lo es, revirtiendo la acusasión hacia ellos, sus hermanos gemelos, capaces de hablar con Black Philip, el macho cabrío negro del rebaño. De nuevo una tragedia, el segundo hijo, Caleb (Harvey Scrimshaw), desaparece en el bosque apareciendo tiempo después malherido, poseido y al borde de la muerte, desenlace que finalmente sufre.

Caleb  (Harvey Scrimshaw)

El terror que se manifiesta en esta película y concretamente el que experimenta la fervorosa familia va más allá de las malas artes de una bruja, es el propio, el que ellos mismo sufren pensando que su amor a dios no es suficiente, o que algo no están haciendo bien en la práctica de su fé.

Un miedo psicológico, un estado de paranoia constante y una obsesión religiosa desmedida condenan a la familia al abismo de la desconfianza mutua y a una ceguera mental que les hace incapaces de ver la realidad.

Eggers firma una película redonda, de terror relativo, más angustioso que latente pero tan destructivo como cualquier otro; sin alardes pero efectivo.



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